domingo, 3 de junio de 2007

LECTURA 2

Ideología y Desarrollo Económico

Michael A. Lebowitz
Monthly Review

La teoría económica no es neutral, y los resultados cuando es aplicada deben mucho a las asunciones implícitas y explícitas contenidas en una teoría particular. Que estas asunciones reflejan ideologías específicas es más obvio en el caso de la economía neoclásica que subyace a las políticas económicas neoliberales.
La magia de la Economía Neoclásica.
La economía neoclásica empieza con la premisa de la propiedad privada y el interés privado. Cualquier estructura y distribución de los derechos de propiedad asume el derecho de los propietarios -ya sea como propietarios de tierra, de los medios de producción o la fuerza de trabajo- para seguir su propio interés. Brevemente, ni los intereses de la comunidad como tales ni el desarrollo del potencial humano son materias objeto de la economía neoclásica.; su foco, son los efectos de las decisiones hechas por los individuos con respecto a su propiedad.
Lógicamente, entonces, la unidad básica de análisis para esta teoría es el individuo. Este individuo (como consumidor, empleador o empleado) es asumido como un computador racional, un autómata que maximiza mecánicamente sus beneficios en base a los datos proporcionados. Si cambias los datos este "brillante calculador de placeres y sufrimientos"(en palabras del economista americano Thorstein Veblen) rápidamente selecciona una nueva posición óptima.(1) Aumenta el precio de una mercancía y el computador, como consumidor, elige menos de él. Sube el salario y el computador, como capitalista, elige sustituir maquinaria por trabajadores. Sube el desempleo o los beneficios sociales, y el computador, como trabajador, elige parar de trabajar o mantenerse desempleado más tiempo. Incrementa los impuestos sobre beneficios, y el computador como capitalista elige invertir en algún otro lugar. En cada caso, la cuestión es: ¿cómo reaccionará el individuo, el calculador racional de placeres y daños a los cambios en los datos? Y la respuesta es siempre auto-evidente: evitar el daño, buscar placer. También auto-evidentes son las inferencias de esta simple teoría -si quieres tener menos desempleo, debes bajar los salarios, reducir los beneficios sociales y de desempleo, y recortar impuestos sobre el capital.
Pero, ¿cómo se puede avanzar en esta teoría desde la unidad básica, el computador atomizado, para sacar conclusiones para la sociedad en su conjunto? La proposición esencial de esta teoría es que la totalidad es la suma de las partes individuales aisladas. Luego, si sabemos que los individuos responden a varios estímulos, sabemos como responderá la sociedad compuesta de éstos. (En palabras de Margaret Thatcher, no existe la sociedad, sólo los individuos) . Lo que es cierto para el individuo es cierto para la economía como un todo. Más incluso, puesto que cada economía puede ser considerada como un individuo -que puede competir y prosperar internacionalmente bajando salarios, intensificando el trabajo, deshaciéndose de beneficios sociales que reducen la búsqueda de trabajo, bajando el gasto público y rebajando impuestos- por lo tanto todas las economías también pueden ser consideradas del mismo modo en su conjunto.
Moverse de lo individual a lo colectivo de esta manera implica una asunción básica. Después de todo, aquellos computadores atomizados pueden trabajar con propósitos cruzados; el resultado de la racionalidad individual puede resultar en irracionalidad colectiva. ¿Por qué no es está la conclusión de la economía neoclásica?. Porque la fe pone barreras a este camino, la creencia de que cuando estos autómatas se mueven en una dirección u otra por el cambio en datos dados necesariamente producen la solución más eficiente para todos. En sus versiones más tempranas, el aspecto religioso era bastante explícito, ese instantáneo calculador de placer individual y daño era "conducido por una mano invisible para promover un fin que no era parte de sus intenciones"(2) . Para Adam Smith estaba claro de quien era esta mano -de la Naturaleza, la Providencia, Dios- igual que su contemporáneo fisiócrata, Francois Quesnay, decía que el "Ser Supremo" era la fuente de este "principio de armonía", esta "magia" según la cual "cada hombre trabaja para los demás, creyendo que trabaja para sí mismo". (3)
Pero el Ser Supremo no es conocido como autor de esta magia. En este lugar se alza el Mercado, cuyo mando hemos de seguir todos o afrontar su ira. El mercado de que nos hablan asegura que todos se benefician del libre cambio(o no lo habría) y que los intercambios elegidos por individuos racionales (de todos los intercambios posibles) produciría los mejores resultados posibles. De acuerdo con esto, se sigue que la interferencia del estado en el mercado perfecto conduce al desastre -un resultado negativo de suma cero en las cuales las pérdidas exceden los beneficios. Por tanto, la respuesta para todas las personas de recto pensamiento debe ser: hay que deshacerse de estas interferencias. En las bien halladas palabras de Kenneth Galbraith, la posición de los predicadores fundamentalistas es que en un estado de gracia, no es necesario un Ministro de Gracia.(4) Y, si la fuerza y la coerción son necesarios para traer este estado de gracia (para acomodar al mundo a la teoría), esto sólo es "sufrimiento a corto plazo para un beneficio a largo plazo". Como Friedrich von Hayek explicó en una entrevista para El Mercurio de Chile (Abril 12, 1981), la dictadura "puede ser necesaria para un periodo de transición. A veces es necesario para una nación alguna forma de poder dictatorial." Cuando tienes la mano invisible de tu lado, destruir obstáculos al mercado es ayudar a la Naturaleza (en palabras de Adam Smith) para remediar "los efectos negativos de la locura e injusticia humana."(5)
Luego pues, deshagámonos de todas las restricciones sobre el capital, de todas las leyes que fortalecen a los trabajadores, a los consumidores y a los ciudadanos contra el capital, y reduzcamos el poder del estado para controlar al capital (mientras que incrementamos su poder policial en nombre del capital). Al final, el mensaje de la economía neoclásica (y la política neoliberal que apoya) es: ¡Dejemos que el capital sea libre! Por supuesto, puede decirse (y, de hecho, fue dicho por Joseph Stiglitz dos años atrás en estos encuentros) que nadie cree más en este mensaje simple. Después de todo, los economistas han demostrado las muy estrictas (e imposibles) condiciones necesarias para que esta teoría sea sustentable lógicamente, han mostrado la teoría simplista de la información que contiene, y han revelado los muchos casos de "fallos de mercado" que requieren de una intervención pública. También enfatizan las interdependencias y externalidades que, minimizadas por los teóricos neoclásicos, a menudo llevan a falacias de composición. (la asunción de lo que es bueno para uno lo es para todos). Pero todavía, como demuestra la correspondencia de las políticas neoliberales con las teorías neoclásicas, todas estas sofisticadas críticas parciales no cuentan demasiado; de hecho, ese mensaje (aunque "difunto") continúa siendo creído, y funciona como un arma en manos del capital.
La alternativa Keynesiana
La única crítica exitosa desde dentro del modelo centrada en el problema de la falacia de la composición y, consecuentemente, la necesidad de considerar la importancia de la totalidad. Rechazando el familiar argumento neoclásico utilizado durante la Gran Depresión de 1930 que de que recortes salariales generales conducirían a un aumento en el empleo, Keynes enfatizó la interdependencia de los salarios, el gasto en consumo, la demanda agregada y el nivel general de producción y empleo. (El movimiento neoclásico de la parte al todo en este caso, defendía, dependía de la asunción que la demanda agregada es constante- no afectada por los recortes salariales). Lo que la teoría neoclásica había ignorado era la conexión entre las decisiones individuales y el colectivo. Puesto que no entendían como la interacción de los capitales individuales podía producir un estado de baja inversión por estos, fallaba en reconocer el rol potencial del gobierno para remediar este particular fallo de mercado. Con su énfasis sobre el escenario global, la perspectiva teórica de Keynes proporcionó apoyo a una serie de políticas menos basadas en los intereses inmediatos de los capitales individuales. Keynes mismo aportó sus argumentos como críticos para el capital en su conjunto -la crisis de 1930 para él fue simplemente una crisis de "inteligencia"; en cualquier caso, su marco se convirtió en la base para las políticas socialdemócratas.(6)
Característico del uso del marco keynesiano fue el argumento de los sindicalistas de que mayores salarios incrementarían la demanda agregada, estimularían la creación de puestos de trabajo y nueva inversión. La importancia de un aumento en el consumo se convirtió en el foco de lo que ha sido descrito de algún modo como sistema "Fordista de producción"- la producción de masas, se argumentaba, es necesaria para la producción masiva.(7) En cualquier caso, para darse cuenta de estos beneficios el mercado por sí mismo no basta -las políticas estatales y la gestión macroeconómicas se vieron como críticas. Lo que marcó esto como socialdemócrata en esencia fue el consistente tema de que los trabajadores podrían ganar sin pérdidas para el capital -estos argumentos de suma positiva caracterizaban el modelo Fordista. Y lo que el desarrollo económico endógeno (orientado al interior) comparte con el modelo Fordista es la importancia de la demanda doméstica como fundamento para el desarrollo de una industria nacional.
Durante la llamada Edad de Oro entre el fin de la Segunda Guerra Mundial y 1970, estas teorías, que desafiaron el saber neoclásico, disfrutaron de un periodo de gracia. Fue un periodo inusual: los Estados Unidos habían emergido de la guerra sin competidores capitalistas reales - las economías de Alemania y Japón estaban arruinadas y las industrias de Francia, Inglaterra e Italia no podían competir con las de los Estados Unidos. Más allá, en los Estados Unidos y en cualquier otra parte, hubo un crecimiento considerable de la demanda de los hogares y las empresas. Aunque se pronosticaba que el fin de la guerra traería la inmersión en otra depresión, de hecho las condiciones estaban maduras para un incremento sustancial en el consumo y la inversión (esto último debido a un conjunto de avances tecnológicos hechos en los años 1930 y 1940). Además (y apoyando los beneficios de la industria) se deterioraban los términos de intercambio de los productos primarios como resultado del aumento de de oferta. En los Estados Unidos, las industrias oligopólicas eran capaces de fijar precios para alcanzar las tasas de ganancia deseadas y podían permitir incrementos salariales sin miedo de ser no competitivos; en cualquier otro lugar, las economías de escala disponibles de nuevas inversiones hacían del crecimiento del consumo como resultado de los incrementos salariales un beneficio neto más que un desafío a la rentabilidad .
Aquí estaba la base en la cual el círculo virtuoso del modelo Fordista podía florecer: el incremento de la producción estimulaba el consumo y viceversa. en los países desarrollados así como en aquellos en desarrollo que decidieron industrializarse sobre la base de la sustitución de importaciones en lugar de confiar en la exportación de productos primarios. Pero el rápido crecimiento de la capacidad productiva durante el periodo en muchas partes llevó a un punto en que el capital enfrentaría un problema de sobreacumulación.
Ya a finales de la década de 1950, había signos claros de que estaban surgiendo competidores que desafiaban la hegemonía económica estadounidense. Después, durante los 60, los términos del intercambio para los productos primarios (dominados por el petróleo) dejaron de caer, para empezar una tendencia al alza. Cada vez más, eran las compañías de fuera de los Estados Unidos las que estaban creciendo más rápido, y hacia los primeros 70, con una caída en las tasas de ganancia extendiéndose, se considera que la "Edad de Oro" del capitalismo llegó a su fin.
La creciente intensidad de competición capitalista, que ahora era notoria, reflejó la sobreacumulación de capital. En este contexto, las empresas transnacionales redujeron sus costes de producción cerrando algunas (relativamente ineficientes) plantas de filiales establecidas para servir a mercados nacionales particulares y convirtiendo a las otras en exportadores como parte de una estrategia de producción mundial. La producción para los mercados nacionales y, por tanto, la estrategia de sustitución de importaciones para la industrialización no podía ser vista más como creíble debido a que los costes relativos se convirtieron en el centro de la competición de los capitales. En general, el círculo virtuoso del Fordismo se había roto y el capital se centró en su lugar en bajar salarios y otros costes del capital.
En esta "nueva realidad" el keynesianismo fue rechazado. El saber neoclásico, que identificó los altos salarios y los programas sociales como una fuente de desastre, dominó otra vez. El Neoliberalismo (apoyado por las instituciones financieras internacionales) se convirtió en el arma elegida por el capital, conduciendo a una agresión generalizada contra los programas sociales, los salarios y las condiciones de trabajo en el mundo desarrollado y el uso de un estado fuerte en los países en vías desarrollo para asegurar su acceso a la ventaja comparativa de la represión.
Pero, ¿por qué fueron el Keynesianismo y el modelo Fordista tan fácilmente desacreditados? Básicamente, el Keynesianismo en boga fue una teoría de la demanda agregada, pero no de la oferta. Su premisa era que el nivel de producción es constreñido por la demanda en la economía; y que si se garantiza la demanda, el capital proveerá la oferta. Desde que la asunción era que el capital proporcionaría los bienes de consumo e inversión si el gobierno creaba el ambiente adecuado, el rol del gobierno sería estimular la economía en los casos en que la interacción de los capitales conduciría en caso contrario a un bajo nivel de inversión. Su tarea asignada en teoría sería crear el ambiente para la inversión cuando el mercado fallara.
¿Qué pasó cuando la demanda agregada aumentó y la oferta doméstica no respondió apropiadamente? La inflación y los déficits comerciales se incrementaron. De acuerdo con esto, en la nueva realidad, el ambiente que el gobierno buscó crear se convirtió en uno que buscaba inducir a la inversión doméstica en lugar de la inversión en otro lugar -se centró, por tanto, en bajar impuestos y salarios. La cuestión, neoclásica y keynesiana, es la misma en el fondo: ¿qué puede hacer el estado para hacer que el capital esté dispuesto a invertir? Lo que era consistente es el rol asignado al gobierno: apoyar los requerimientos del capital.
El fracaso de la Socialdemocracia
No debería causar sorpresa, entonces, que el capital abandonara el instrumento de la teoría keynesiana por otra que sirviera mejor a sus intereses bajo nuevas condiciones. Pero ¿cómo explicamos el fracaso de la Socialdemocracia para hallar una alternativa? Después de todo la socialdemocracia siempre se ha presentado como procedente de una lógica en la cual las necesidades y potencialidades de los seres humanos tienen prioridad sobre las necesidades del capital. Incluso medidas limitadas como la exclusión de los servicios sanitarios y educativos del mercado, la provisión de programas sociales y de mantenimiento de rentas, y el reconocimiento del derecho a una de todos a un trabajo decente y bien pagado sugieren una concepción implícita de la riqueza como satisfacción de las necesidades humanas, más que una de riqueza capitalista.
De hecho, el fracaso del Keynesianismo como teoría era realmente el fracaso de una ideología: la Socialdemocracia. Dentro de la estructura Keynesiana, siempre había una alternativa. Las ecuaciones básicas del Keynesianismos no dicen nada por sí solas sobre la estructura de la economía; no distinguen entre enterrar dinero y la inversión pública, entre actividad que conduce a la expansión de las empresas capitalistas y la actividad que se dirige a la expansión de las empresas estatales. Aunque para Keynes el instrumento adecuado que dirige el crecimiento era la empresa capitalista, una política de expansión del sector productivo público era siempre una opción teórica para conducir la economía..
Si el único sector adecuado para la acumulación es el sector capitalista, entonces en teoría y en la práctica la implicación es auto-evidente: una "huelga del capital" es una crisis para la economía. Ceteris paribus, un gobierno no puede enrocarse ante el capital sin unos resultados de suma negativa. Este siempre ha sido el conocimiento de los economistas conservadores.
Es esencial entender que las conclusiones de los economistas neoclásicos están contenidos en sus asunciones- y particularmente relevante aquí es la asunción de que todas las otras cosas se mantienen iguales. Considera dos simples ejemplos, el control en los alquileres y los royalties de explotación de minerales.(8) Si introduces controles en los alquileres (a un nivel efectivo), los economistas conservadores predicen que la oferta de alquileres se acabará y habrá una escasez de vivienda. Del mismo modo, nos dirá que si intentas establecer impuestos (difíciles de estimar) sobre la explotación de recursos minerales, la inversión y la producción en esos sectores declinará, generando desempleo. Las dos proposiciones son fácilmente demostrables -y también es fácil demostrar que son completamente falaces respecto a la conclusión necesaria.
Asumida como constante en ambos casos es el carácter y nivel de la actividad gubernamental. Claramente, los controles en los alquileres pudieran reducir la construcción privada para alquiler, pero si el gobierno se compromete simultáneamente en el desarrollo de programas de vivienda social (p.e. potenciando las cooperativas y otras formas de construcción de vivienda sin ánimo de lucro) no tiene porque resultar necesariamente una escasez de vivienda. De forma similar, estableciendo un impuesto sobre la explotación de recursos minerales puede desincentivar la inversión privada en la explotación mineral pero una corporación pública establecida para la explotación y producción en este sector puede contrarrestar los efectos de la huelga de capital. Obviamente, no todas las otras cosas son necesariamente iguales. ¿Por qué deberían ser todas las otras cosas iguales si un gobierno socialdemócrata rechaza la lógica del capital?
Por tanto, necesitamos estar alerta de los límites de la lógica económica conservadora. Pero, !eso no significa que estos argumentos deban ser ignorados! Porque lo que el economista conservador hace muy bien es indicar lo que el capital hará en respuesta a medidas particulares. Es una economía del capital. Y nada es más simplista que asumir que puedes tomar ciertas medidas de política económica sin una respuesta del capital; nada es más erróneo que introducir medidas que sirven los intereses del pueblo sin anticipar la reacción del capital. Aquellos que no respetan la lógica del economista conservador, que es la lógica del capital, y la incorporan a su estrategia están condenados a constantes sorpresas y decepciones. Entender las respuestas del capital significa que entender la huelga del capital puede ser una oportunidad más que una crisis. Si rechazas la dependencia del capital, la lógica del capital puede revelarse claramente como contraria a las necesidades e intereses del pueblo. Cuando el capital va a la huelga, hay dos opciones: ceder o plantar cara. Desafortunadamente, la Socialdemocracia ha demostrado en la práctica que está limitada por las mismas cosas que limitan a la teoría Keynesiana -toma como dada la estructura y distribución de la propiedad y la prioridad del interés de los propietarios. Como resultado, cuando el capital va a la huelga, la Socialdemocracia ha respondido cediendo.
Más que mantener su foco en las necesidades humanas y desafiar la lógica del capital, la Socialdemocracia se ha dedicado a fortalecer esa lógica. El resultado ha sido desacreditar el Keynesianismo y el desarme ideológico de la gente que lo utilizaba como alternativa al conocimiento neoclásico. La única alternativa a la barbarie se convirtió en barbarie con rostro humano. Con esta aquiescencia a la lógica del capital, su alejamiento de la gente se reforzó; y el resultado político fue la conclusión popular de que no importa realmente a quién se elija o que la solución real se ha de hallar en un gobierno que esté comprometido inequívocamente con la lógica del capital. Así es como el nuevo conocimiento se convirtió en un "no hay alternativa". No hay alternativa al neoliberalismo, que es simplemente la economía neoclásica puesta en acción por el capital financiero y el poder imperialista. Como ocurrió después de la Edad de Oro, las condiciones concretas tienen el poder de socavar las verdades establecidas-y en ningún lugar esto ha sido más verdad que en los países menos desarrollados. La falacia de asumir que cada país puede convertirse en la tierra prometida rindiéndose completamente al capital se ha hecho diáfana, y como la evidencia de los fallos de una orientación al exterior impuesta por el neoliberalismo se ha acumulado, el interés en una solución interna, el modelo endógeno de desarrollo, ha crecido otra vez, especialmente en Latinoamérica. ¿Hasta qué punto es creíble esta opción en la actual coyuntura dónde la competición capitalista continúa con intensidad y el poder del capital internacional de hecho (si no ideológicamente) no ha declinado?
La posibilidad de una Posibilidad de Desarrollo Endógeno
Deshacerse de la camisa de fuerza impuesta sobre el desarrollo económico por el neoliberalismo no será tarea fácil. Una verdadera perspectiva de desarrollo endógeno no puede ser simplemente una orientación a los mercados limitados que caracterizaron los esfuerzos previos de sustitución de importaciones; por el contrario, es necesaria la incorporación de la masa de la población que ha sido excluida de su parte en los logros de la civilización moderna. En breve, el desarrollo endógeno real significa hacer una opción real por los pobres. Y esto significa hacer enemigos, internamente (tanto aquellos que monopolizan la tierra y la riqueza como aquellos que están satisfecho con el estatus quo) y externamente.
Cualquier país que desafíe al neoliberalismo intentando potenciar el desarrollo endógeno se encontrará las variadas armas del capital internacional, entre ellos el FMI, el Banco Mundial, el capital financiero y el poder imperialista. Estas son, que duda cabe, poderosas fuerzas. Puesto que ningún gobierno en base a sus propios recursos puede esperar triunfar en esta lucha contra tales enemigos internos y externos, la cuestión central será si el gobierno quiere movilizar a su gente en nombre de las políticas que satisfacen las necesidades del pueblo. Aquí, la cuestión esencial es el punto hasta el cual el gobierno se ha liberado de la dominación ideológica del capital.
Este cambio no implica mas que un simple retorno a la vieja idea de la industrialización mediante sustitución de importaciones, incluso si va acompañada esta vez por la reforma agraria masiva que crearía el potencial para un mercado doméstico mucho mayor. Los Nuevos modelos de Keynesianismo -incluso vestido como la solución de suma positiva Fordista- no movilizará a aquellos cuyo apoyo activo sería necesario para fortalecer la resolución de un gobierno que se encontrará constantemente presionado por el capital. Las teorías que continúan estando basadas en las pautas de propiedad existentes, en el principio dominante del interés privado y en la creencia de que (excepto en unas pocas excepciones) el mercado es mejor, no pueden sustentar un desafío exitoso a la lógica del capital; son una parte orgánica de esta lógica.
La flaqueza central en las propuestas socialdemócratas para el desarrollo endógeno es que no rompen ideológica ni políticamente con la dependencia del capital. Si un modelo de desarrollo ha de ser exitosa, tiene que estar basada en una teoría que coloque el objetivo del desarrollo humano como prioridad. Más que el consumo, enfatizado por igual por neoclásicos y Keynesianos, debe centrase en la inversión en y el desarrollo de las capacidades humanas. Esto no significa que las inversiones en las personas que vienen de los gastos y de la actividad humana en áreas críticas de educación y salud (lo que ha sido llamado inversión en "capital humano") sino también del desarrollo del potencial humano que ocurre como resultado de la actividad humana. Esta es la esencia de la práctica revolucionaria que Marx describió, el cambio simultáneo de las circunstancias y de la actividad humana o propio cambio.(9) En contraste a una populismo que simplemente promete nuevo consumo, este modelo alternativo se centra en la nueva producción, la transformación de la gente a través de su propia actividad, la construcción de capacidades humanas.
Una teoría del desarrollo que empieza reconociendo a los seres humanos como fuerzas productivas apunta a una dirección muy diferente a la de la economía del capital. ¿Dónde están en la teoría tradicional los indicadores para la confianza en sí misma a través del desarrollo consciente de la cooperación y la solución democrática de los problemas en las comunidades y los lugares de trabajo? ¿Dónde está la toma en consideración de las potenciales mejoras de eficiencia de liberar estas fuerzas productivas cuya creatividad y conocimiento tácito no puede ser producido por los directivos del capital? Estimulando la solidaridad que resulta de poner énfasis en los intereses de la comunidad por delante del interés privado, un modelo basado en esta radical teoría del lado de la oferta basada en el desarrollo humano permitiría al gobierno ir más allá con el apoyo de la comunidad. Dentro de este marco, el crecimiento de los sectores no capitalistas orientados a satisfacer las necesidades del pueblo no es una mera defensa contra la huelga del capital; pues se trata de un desarrollo orgánico. Aquí, las necesidades humanas y las capacidades, no las necesidades del capital, se convierten en claves para conducir la economía.
El desarrollo endógeno es posibles pero sólo si un gobierno está preparado para romper ideológica y políticamente con el capital, sólo si está preparado para hacer de los movimientos sociales actores en la realización de una teoría económica basada en el concepto de capacidades humanas. En la ausencia de esta ruptura, económicamente, el gobierno encontrará necesario constantemente la importancia de dar incentivos al capital privado; y, políticamente, su miedo central será la huelga del capital. Las políticas de esos gobiernos inevitablemente decepcionarán y desmovilizarán a todos los que buscan una alternativa al neoliberalismo; y, otra vez, su producto inmediato será la conclusión de que no hay alternativa.
Notas 1. Thorstein Veblen, "Why is Economics Not an Evolutionary Science?" in Veblen, The Place of Science In Modern Civilization and Other Essays (1919) republished as Veblen on Marx, Race, Science and Economics (New York: Capricorn, 1969), 73.
2. Adam Smith, The Wealth of Nations (New York: Modern Library, 1937), 423.
3. Ronald Meek, Economics of Physiocracy: Essays and Translations (Cambridge: Harvard University Press), 70.
4. John Kenneth Galbraith, American Capitalism (Boston: Houghton Mifflin, 1952), 28.
5. Adam Smith,The Wealth of Nations (New York: Modern Library, 1937), 638.
6. Michael A. Lebowitz, "Paul M. Sweezy" in Maxine Berg, Political Economy in the Twentieth Century (Oxford: Philip Allan, 1990).
7. Whether "Fordism" was a conscious model is definitely questionable. Certainly, much of what is claimed for Henry Ford himself in this respect is mythology. For a critical view on the historical question regarding Fordism, see John Bellamy Foster, "The Fetish of Fordism," Monthly Review 39, no. 10 (March 1988), pp. 14-33.
8. These examples come from the 1972-1975 period when the New Democratic Party (Canada's social-democratic party) governed British Columbia, Canada.
9. Michael A. Lebowitz, Beyond Capital: Marx's Political Economy of the Working Class, 2nd ed. (New York: Palgrave Macmillan, 2003).Notas del traductor:
(1) El título podría traducirse por: Más allá del capital: La Política Económica de la Clase Obrera.
Michael A. Lebowitz es Profesor Emérito de Economía de la Universidad Simon Fraser, en Vancouver. Es autor de Beyond capital: Political Economy of the Working Class (1) (Palgrave Macmillan, 2003). Actualmente vive y trabaja en Venezuela.
Una versión temprana de este ensayo, "Economía, Ideología y la Posibilidad de un Desarrollo Endógeno" fue presentado en el Sexto Encuentro Internacional de Economistas sobre la Globalización y los Problemas del Desarrollo en la Habana, 9-13 de Febrero del 2004.
Traducido por Luis Juberías Gutiérrez (Avant)

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